El 28 de noviembre de 2014, como escribí una vez, se fue parte mi niñez con la partida de Chespirito.
Ayer, 1 de noviembre de 2020, fue muy distinto; se fue una parte de mi niñez, de mi adolescencia y de mi adultez. Todo junto, con la partida de Mario.
Me dolió la partida de varias "estrellas", pero ninguna, ni cerca, como Mario. Es que los demás pueden haber sido personajes entrañables, ligados a muchos recuerdos lindos y demás, pero eran, en cierta forma, "ajenos". Mario no, Mario era parte de la cotidianidad, del cada día, de cada mañana desde que tengo uso de razón, desde que era un niño a mediados de los 80. Su voz (sus gritos) inundaban la cocina, el galpón, el auto y donde uno fuera. El era parte de la vida, casi cómo un miembro más de la familia.
Él, el Lito, Blanquita, la Geo, Clariá, Orlandiño, la Agus, y tantos más. Pero de todos esos, hay dos que son totalmente irreemplazables: Mario y el Lito. Sin alguno de ellos, Juntos está incompleto, y esa ausencia se va a sentir en los corazones.
Su "chileniiito", el "para agosto caña con ruda" desde finales de julio, la canción "del satélite" desde principios de diciembre, con "Los peces en el río" y "Navidad" de José Luis Perales. "Quiere un poquito e' mani"? Todo eso vamos a extrañar.
Desde hoy, las mañanas nunca volverán a hacer iguales. Pero como el hubiera querido, como dice uno de los temas que lo identificaban: La vida va!
Gracias por tanto y vuela alto Marito!
ψ DC